Thursday, May 19, 2016

Sin bluesmen... no hay Blues

Cómo la cosa se ha ido yendo suavemente al carajo y otras reflexiones en torno al 30 aniversario de la revista Sólo Blues


En una época en la que todo era aún analógico, bastante analógico, se escuchaba la música en LPs y cassettes, se podía fumar en los bares sin ningún problema, los precios estaban en pesetas y los delincuentes, mayormente, en la cárcel, no en televisión; cuando no había teléfonos móviles y los amigos no eran "virtuales" ni nada parecido, cuando todos éramos más jóvenes y menos sabios también, es de suponer, en el Madrid cutrillo y divertido de mediados de los años 80, mi hermano Juan Antonio y yo tuvimos la idea surrealista de editar una revista dedicada exclusivamente a divulgar en España la genuina música clásica norteamericana, los Blues. Simple y principalmente porque nos parecía que ya era hora de que hubiera algo de justicia en el mundo, y se diera a conocer en condiciones a los auténticos creadores de la tradición musical más importante del siglo XX, de la que nació y sin la que resulta incomprensible la música popular occidental con origen en los Estados Unidos. Como concluye el único editorial que se publicó en la revista en sus casi 15 años de existencia: desde Louis Armstrong a Miles Davis, y desde Chuck Berry y Elvis hasta hoy, "todo lo que el Jazz, el Rock y el resto de los géneros tienen de más genuinamente revolucionario y nuevo, es 'sólo'  Blues".


"¿Pero eso es algo muy minoritario, no?". "Bueno, ¿pero hablaréis de blues blanco también, no?". Estas eran las inevitables preguntas que nos hacían en aquellos años (y después, también, por desgracia) cuando alguien se topaba con este inopinado proyecto editorial llamado Sólo Blues. Por supuesto, las ignoramos olímpicamente, y, para bien o para mal, algo sí que empezó a moverse en cuanto al Blues en España a partir de entonces. O eso nos pareció al principio.
Si la primera mitad de los años 80 (y finales 70) fue una época de sorprendente bonanza discográfica, en la que se editaban en nuestro país con profusión discos de Blues tanto clásicos como contemporáneos, en la radio había una oferta musical verdaderamente digna ("El Tren" en Radio 3, un programa de Blues diario a escala nacional, era el ejemplo más destacado, pero ni mucho menos el único) e incluso se publicaban algunos que otros libros en castellano sobre el tema (Paul Oliver en Alfaguara, varios en Ediciones Júcar, etc), la segunda mitad de los años 80 trajo a España una cierta sequía editorial y discográfica. Pero trajo también, a cambio, algo quizás incluso más importante: los conciertos. Ya desde finales de 1985, tanto en festivales como también (más importante por su continuidad y periodicidad) en lugares de menor aforo pero de intachable criterio cultural (el San Juan Evangelista de Madrid fue sin duda el ejemplo más brillante, no solamente en el Blues, por supuesto: por allí pasaron todos los maestros, desde Camarón a Dexter Gordon) se comenzaron a programar actuaciones de Blues y fueron oportunidades para conocer, disfrutar, la intensidad y variedad de esta música como debe ser: en directo.


Porque, como cualquier melómano se imagina ya a estas alturas, es en directo donde el Blues realmente debe escucharse. Sentirse. Si los buenos discos de Blues son lo que son, clásicos insuperables en los que se basa además buena parte del resto de la música que escuchamos, un buen concierto de Blues es... otra cosa. No estábamos, claro, en un club del West Side de Chicago, en una taberna del Third Ward de Houston ni en un juke de Mississippi, pero, la verdad, teniendo enfrente en una buena noche a Buster Benton, Albert Collins, James Son Thomas o cualquiera de los buenos bluesmen en activo entonces, nadie lo diría. En el período que fue de aquellos años hasta bien entrados los 90, pasaron por nuestro país,  por fin dejando insuperable constancia de lo que es el Blues, guitarristas (Buddy Guy, B.B. King, Luther Allison, Otis Rush, Gatemouth Brown, Louisiana Red), armonicistas (Junior Wells, Carey Bell, Jerry McCain, Lazy Lester), pianistas (Memphis Slim, Willie Mabon, Jack Dupree) y hasta  formaciones completas, que eran la definición misma de que debe ser una banda de blues de las mejores (Magic Slim, Johnny Copeland). En la década siguiente, a partir del 2000, a la vez que se fueron consolidando propuestas de festivales como los de Getxo o Cerdanyola, surgieron otros nuevos en Hondarribia, Mijas, Cazorla o Béjar que, si bien con un cierto retraso (recordemos que el primer festival español de Blues tuvo lugar en Alicante ya en el verano de 1986, con Buddy Guy & Junior Wells, Gatemouth Brown y Johnny Copeland en el cartel) y con la paulatina desaparición de los conciertos y giras de bluesmen fuera de la temporada veraniega, a pesar de todo, auguraban buenas cosas a este respecto.

¿Y los grupos españoles?
"Todos buenísimos. Pero estábamos hablando de Blues, ¿no?", respondo habitualmente cuando me hacen esta pregunta. Los grupos. Un amigo y veterano baterista americano afincado en España me hacía no hace mucho este acertado resúmen: "Cuando yo empecé con esto, en el año 84, había en toda España cuatro bandas de blues. Ayer ví un listado en Internet en el que se contabilizaban cerca de 700". ¿Cantidad? ¿Calidad? Para empezar, la cantidad está produciendo justo el efecto contrario a la divulgación del género, está dificultando mucho más que seriamente la presencia, aunque sea esporádica pero regular, de verdaderos bluesmen en España, como los que vinieron a visitarnos hace 20 o 25 años. Cuando hasta presuntos festivales ya consolidados como Cazorla o Getxo, se pliegan a la mediocridad de los sucedáneos rockeros y minifalderos, vemos que la cosa está francamente mal. Ojo, y volvemos a insistir: esto no tiene nada que ver con la calidad musical, con la destreza, experiencia y dedicación de ningún instrumentista, ni español ni extranjero. En 1985 ya había en España excelentes armonicistas en Madrid y en Sevilla, por  ejemplo, siguiendo a buen paso las enseñanzas de Sonny Boy y Little Walter, pero era, y sigue siendo eso: buena música basada en el Blues. El artículo genuíno es otra cosa muy diferente, y los buenos músicos blancos lo saben perfectamente, aunque, por supuesto, se cuiden muy mucho de decirlo abiertamente, por desgracia. Es una tradición del pueblo negro-americano. Una tradición VOCAL, para empezar.


No es por tanto un problema de color de piel, ni es un problema de calidad musical estrictamente, ni de creatividad incluso (aunque, obvio es decirlo, bien pocas cosas han aportado los blancos a toda la Historia, salvo lo que atañe al business, la producción y el marketing). Es una cuestión de Tradición, que es lo que constituye la esencia de esta música. Sin ella, ni habría Blues ni, por supuesto el Jazz ni el Rock habrían llegado muy lejos tampoco, porque su deuda con dicha tradición ya sabemos que no es ni mucho menos pequeña. Una tradición, por cierto, que continúa perfectamente viva, en las voces de bluesmen desde los 19 años como Jontavious Willis, de Greenville (Georgia) hasta los 91, como el  que fuera pianista de Howlin' Wolf, Henry Gray, de Baton Rouge (Luisiana). En Internet llevamos ya casi dos años reuniendo un archivo/listado de más de 400 bluesmen en activo (Today Today Blues), con su correspondiente lista de reproducción en YouTube también, desafíando por supuesto el manido y absurdo tópico de que los bluesmen son solamente retratos de músicos veteranos ya desaparecidos. Ni mucho menos.


Y luego está el ya viejo son del "blues" como barniz cultureta. Siempre queda más aparente, más cooltureta y más elegante recurrir a la etiqueta "blues" (el rock me temo que hace tiempo que puede ser muchas cosas pero desde luego ya no es cool, la juventud en su mayoría lo ignora  olímpicamente, para empezar). Otro despropósito que no está haciendo más que perjudicar a la difusión del artículo genuino: hoy se le llama "blues" literalmente a cualquier cosa.

Así que, a fin de cuentas, no. No hay hoy día en España más Blues que hace 20 ó 30 años. Todo lo contrario, diríamos. Lo que hay es una estafa generalizada basada en la confusión y el arribismo, que está haciendo ya verdadero daño a la difusión del género y que, por cierto, no es ni  mucho menos exclusiva de nuestro país. Por desgracia o por suerte (mal de muchos...), ésto no es una plaga nacional, sino una triste pandemia que afecta a ambos lados del Atlántico. Hoy día, cuando los festivales llamados "de blues", tanto americanos como europeos, presentan carteles  donde no figura un sólo bluesman, copados por guitaristas blancos y/o minifalderas, la situación ya no tiene la menor gracia. ¿Divulgar las "raíces", pagar la deuda musical que todos ellos tienen, ayudar a dar a conocer a los auténticos creadores y portadores de la tradición? Ni lo  más mínimo. Cuando en la propia Nueva Orleans se perpetran despropósitos como el del último festival anual, llamando "Jazz & Heritage" no sólo a Pearl Jam sino incluso a... Julio Iglesias, entonces ya, mal asunto. En algún momento (como aquello de prohibir fumar en los bares), nos hemos vuelto todos sencillamente locos y aquí no ha pasado nada.


En fin, alberguemos, al menos, un atisbo de esperanza de que las cosas puedan llegar a mejorar. Desde luego, en la medida en que podamos, seguiremos insistiendo en separar  el grano de la paja, en que la gente pueda distinguir la mantequilla de la margarina, con el mismo ánimo que emprendimos aquel extraño proyecto editorial llamado Solo Blues en el verano de 1985. Como decimos coloquialmente, el público podrá ser ignorante o experto, o todo lo contrario, pero desde luego, gilipollas no es. Y aunque no conozca los nombres de pila de los artistas, sabe que esto, como el Gospel, definitivamente es... cosa de negros. Sin bluesmen, difícilmente puede haber Blues.
-Javier Rodríguez


EN LA RED

Today Today Blues (listado de bluesmen vivos en activo)
Galería Solo Blues 30 Aniversario (el más importante archivo en España)
Solo Blues blog (entrevistas y continuidad de la revista)
Blues de Verdad (podcasts audio/video)
El Manifiesto Willis ("Sólo para blancos")
Radio Raw Blues (24 horas de Blues genuino)

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