Cómo la cosa se ha ido yendo suavemente al carajo y otras reflexiones en torno al 30 aniversario de la revista Sólo Blues
Si la primera mitad de los años 80 (y finales 70) fue una época de sorprendente bonanza discográfica, en la que se editaban en nuestro país con profusión discos de Blues tanto clásicos como contemporáneos, en la radio había una oferta musical verdaderamente digna ("El Tren" en Radio 3, un programa de Blues diario a escala nacional, era el ejemplo más destacado, pero ni mucho menos el único) e incluso se publicaban algunos que otros libros en castellano sobre el tema (Paul Oliver en Alfaguara, varios en Ediciones Júcar, etc), la segunda mitad de los años 80 trajo a España una cierta sequía editorial y discográfica. Pero trajo también, a cambio, algo quizás incluso más importante: los conciertos. Ya desde finales de 1985, tanto en festivales como también (más importante por su continuidad y periodicidad) en lugares de menor aforo pero de intachable criterio cultural (el San Juan Evangelista de Madrid fue sin duda el ejemplo más brillante, no solamente en el Blues, por supuesto: por allí pasaron todos los maestros, desde Camarón a Dexter Gordon) se comenzaron a programar actuaciones de Blues y fueron oportunidades para conocer, disfrutar, la intensidad y variedad de esta música como debe ser: en directo.
¿Y los grupos españoles?
"Todos buenísimos. Pero estábamos hablando de Blues, ¿no?", respondo habitualmente cuando me hacen esta pregunta. Los grupos. Un amigo y veterano baterista americano afincado en España me hacía no hace mucho este acertado resúmen: "Cuando yo empecé con esto, en el año 84, había en toda España cuatro bandas de blues. Ayer ví un listado en Internet en el que se contabilizaban cerca de 700". ¿Cantidad? ¿Calidad? Para empezar, la cantidad está produciendo justo el efecto contrario a la divulgación del género, está dificultando mucho más que seriamente la presencia, aunque sea esporádica pero regular, de verdaderos bluesmen en España, como los que vinieron a visitarnos hace 20 o 25 años. Cuando hasta presuntos festivales ya consolidados como Cazorla o Getxo, se pliegan a la mediocridad de los sucedáneos rockeros y minifalderos, vemos que la cosa está francamente mal. Ojo, y volvemos a insistir: esto no tiene nada que ver con la calidad musical, con la destreza, experiencia y dedicación de ningún instrumentista, ni español ni extranjero. En 1985 ya había en España excelentes armonicistas en Madrid y en Sevilla, por ejemplo, siguiendo a buen paso las enseñanzas de Sonny Boy y Little Walter, pero era, y sigue siendo eso: buena música basada en el Blues. El artículo genuíno es otra cosa muy diferente, y los buenos músicos blancos lo saben perfectamente, aunque, por supuesto, se cuiden muy mucho de decirlo abiertamente, por desgracia. Es una tradición del pueblo negro-americano. Una tradición VOCAL, para empezar.
Y luego está el ya viejo son del "blues" como barniz cultureta. Siempre queda más aparente, más cooltureta y más elegante recurrir a la etiqueta "blues" (el rock me temo que hace tiempo que puede ser muchas cosas pero desde luego ya no es cool, la juventud en su mayoría lo ignora olímpicamente, para empezar). Otro despropósito que no está haciendo más que perjudicar a la difusión del artículo genuino: hoy se le llama "blues" literalmente a cualquier cosa.
Así que, a fin de cuentas, no. No hay hoy día en España más Blues que hace 20 ó 30 años. Todo lo contrario, diríamos. Lo que hay es una estafa generalizada basada en la confusión y el arribismo, que está haciendo ya verdadero daño a la difusión del género y que, por cierto, no es ni mucho menos exclusiva de nuestro país. Por desgracia o por suerte (mal de muchos...), ésto no es una plaga nacional, sino una triste pandemia que afecta a ambos lados del Atlántico. Hoy día, cuando los festivales llamados "de blues", tanto americanos como europeos, presentan carteles donde no figura un sólo bluesman, copados por guitaristas blancos y/o minifalderas, la situación ya no tiene la menor gracia. ¿Divulgar las "raíces", pagar la deuda musical que todos ellos tienen, ayudar a dar a conocer a los auténticos creadores y portadores de la tradición? Ni lo más mínimo. Cuando en la propia Nueva Orleans se perpetran despropósitos como el del último festival anual, llamando "Jazz & Heritage" no sólo a Pearl Jam sino incluso a... Julio Iglesias, entonces ya, mal asunto. En algún momento (como aquello de prohibir fumar en los bares), nos hemos vuelto todos sencillamente locos y aquí no ha pasado nada.
En fin, alberguemos, al menos, un atisbo de esperanza de que las cosas puedan llegar a mejorar. Desde luego, en la medida en que podamos, seguiremos insistiendo en separar el grano de la paja, en que la gente pueda distinguir la mantequilla de la margarina, con el mismo ánimo que emprendimos aquel extraño proyecto editorial llamado Solo Blues en el verano de 1985. Como decimos coloquialmente, el público podrá ser ignorante o experto, o todo lo contrario, pero desde luego, gilipollas no es. Y aunque no conozca los nombres de pila de los artistas, sabe que esto, como el Gospel, definitivamente es... cosa de negros. Sin bluesmen, difícilmente puede haber Blues.
-Javier Rodríguez
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